miércoles, 12 de marzo de 2008

Tele Fé

Mi amigo Nilbert volvió de Israel, después de un año de viajes. Lo ví una vez antes de irme al norte y después nos vino a despedir a todos cuando salimos de Retiro. Desde mi vuelta, lo ví dos veces. La segunda fue antes de ayer, en la reunión de reencuentro y de bienvenida a Bobby y a Eldorf, que habían vuelto de Cuba y Estados Unidos respectivamente. Y la primera fue en una reunión en la casa de Elaine, dónde nos juntamos a tomar mate con ella, Marvin, Wanda y él. Lo que era una merienda se convirtió en cena, la cena en sobremesa y la sobremesa en cafecito en la casa de Wanda, que a su vez derivó en una larga caminata y una muy necesitada conversación con Nilbert, que me debe todo un año de conversaciones como las que solíamos tener antes de que se fuera.
Le vomité varias cosas, inseguridades sobre todo, y el me vomitó algunas de las suyas. Como siempre, loigró dejarme pensando y me abrió la cabeza a un tema casi Tabú en mi paradigma: La Fé.
El es de la Fé Baha'i, pero no me habló exactamente de religión, sino del poder de creer en algo y -aunque no sé si era su intención- me convenció de que la Fé, que de alguna manera defino como la capacidad de creer que algo es posible, es la respuesta a cualquier problema que uno pueda llegar a tener. No porque lo resuelva mágicamente, sino porque al menos le da a uno la capacidad de creer en que dicha resolución es posible.
Como fuera, me abrió la cabeza a todo un mundo que planeo explorar, junto con la habilidad de dejar de pensar en todo lo que hago, la puta madre y carajo.

No hay comentarios: